miércoles. 24.04.2024
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Más allá de los colores

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Pincel y pinturas. IMAGEN DE ARCHIVO
Más allá de los colores

Javier es un pintor con una edad de 40 años que está en medio de su estudio sentado en un banco pequeño de madera, con un caballete enfrente que sostiene un gran lienzo en blanco y un enorme globo rojo detrás suyo. La luz del sol entra e ilumina la gran habitación por las ventanas. 

El pintor lleva puesta una boina azul sobre su cabello castaño despeinado, un bigote bien peinado, un mandil manchado con colores de todo tipo. Asimismo, sostiene un pincel entre los dedos de su mano derecha y una paleta de colores en la izquierda.

Instantes después sale Henry, quien es su ayudante con una edad de 20 años quien intenta caminar hasta donde se encuentra el pintor, pero el globo gigante se lo impide. Mientras él trata de avanzar, sus anteojos de pasta se aplastan contra su nariz. Sin embargo, consigue pasar al otro lado, pero rápidamente su mandil blanco se queda atrapado entre el globo y la pared con un clavo que atraviesa la pared. 

Mientras su ayudante está en problemas, el pintor empieza a sumergir el pincel en la paleta de colores, pero de pronto nota cómo algo tira de su mano. Mira hacia ella y ve un hilo atado en su muñeca. Javier se queda un minuto pensativo frunciendo el ceño con confusión tocándose la barbilla con la punta del pincel. Instantes después realiza una pequeña sonrisa dejando el pincel y la paleta en una mesa que está a su costado e intenta deshacer el nudo. Por lo que tira del hilo con mucha fuerza, pero este no se suelta. En su lugar, su mano izquierda sale disparada en la otra dirección, golpeando firme la mesa. El pintor suelta un quejido haciendo que la mesa se tambalee y haciendo rodar el pincel, que cae al suelo con fuerza acto seguido.

Pasa mucho tiempo y Javier no se rinde, por lo que vuelve a intentarlo. Pero después de varios intentos, por fin puede desatar el nudo y el globo vuela al otro lado de la habitación. El pintor recoge el pincel y se levanta. Entonces, ve que toda la habitación está bañada de un color rojo intenso. Mira con el ceño fruncido desorientado a su alrededor. 

Pasan unos cinco segundos y estira sus brazos tratando, al mismo tiempo, alcanzar a su ayudante, el cual también está teñido de rojo. Se da cuenta entonces de que sus manos están vacías de que el pincel ha desaparecido. El color empieza a volverse más y más intenso, denso y ya no puede ver con claridad su estudio. 

Justo cuando se voltea, sus ojos se abren cada vez más con asombro que logran brillar con mucha intensidad. Se lleva ambas manos a la cabeza y en su cara se forma una sonrisa que llega hasta sus orejas. Cada vez que gira la cabeza observa diferentes cosas y seres mágicos, con colores fuertes y llamativos. 

Mientras observa, a lo lejos ve una especie de templo medieval del cual ve salir rayos láser de color rosa. Voltea la cabeza y ante él se alza un gran bosque y cascada de color café. De repente, aparecen dos trolls que son guiados por dos hadas azules que logran pasar por delante de él, adentrándose en el bosque. El pintor frunce el ceño intrigado y, por curiosidad, decide seguirlos.

Al estar ya el pintor en el bosque, se distrae y ve una cascada de color café. Se acerca a ella y decide tocar el agua. Inmediatamente después, la cascada se divide abriéndose como unas cortinas, dejando ver una oscura cueva en el medio. El pintor entorna los ojos tratando de ver el interior, pero es impedido por la brisa del agua. Cuando de repente, su ayudante sale volando del interior, por lo que el pintor se asusta, da un brinco y cae al suelo.

El ayudante le susurra al oído al pintor mientras este está tirado en el suelo con los ojos entreabiertos, y Henry le tiende la mano para ayudarle a levantarse, pero el pintor duda. Como respuesta, el ayudante le sonríe tranquilizadoramente. Javier, aún con algo de duda, acepta su gesto y se levanta.

Segundos después, el pintor empieza a sacudirse toda la tierra que tiene encima del mandil y al volver a mirar al ayudante este le entrega un pincel y un lienzo en blanco. Javier le mira confuso, pero igualmente lo acepta. Sin tiempo que perder, empieza a pintar todo lo que observa de forma acelerada y descontrolada. 

Por lo que, al levantar el pincel del lienzo, nota cómo el agua empieza a car más fuerte de la cascada, generando una gran masa de espuma y que la brisa del mismo logra salpicar su cara. Instantes después, los árboles empiezan a caer y romperse de forma descontrolada. Las hojas de los árboles se caen de las ramas haciéndose polvo al chocar contra el suelo.

Acto seguido, la rama de uno de los árboles se estira infinitamente que logra atrapar al pintor empujándolo hacia arriba. Su cara se llena de horror y empieza a agitarse, provocando que el lienzo y el pincel se le caigan de las manos.

Entre todo el caos el ayudante es incapaz de ayudarle; la rama es tan fuerte y potente que al ayudante se le queda corto. Vuelve tras él, pero la rama sube con más velocidad. Cinco segundos después el árbol deja de crecer y el pintor consigue soltarse, cayendo boca abajo en una tarima de madera. Alza la mirada y ve una cabaña de madera con ventanas redondas, el techo liso y una puerta pequeña de vidrio.

Inmediatamente se levanta frotándose la nariz toda roja y adolorida y ve que en otras ramas hay cabañas similares, conectadas por puentes también de madera adornados por pequeñas hojas de café y flores azules intenso. Entonces, el pintor escucha unos pesados pasos por su lado. Voltea la cabeza y observa a uno de los trolls controlado por dos hadas azules que vio entrar en el bosque. 

Su ayudante aparece por fin a su lado, asustando al pintor que se había quedado embobado observando la escena. Este le ofrece otro lienzo en blanco y un pincel. Por lo que Javier empieza a dibujar todo lo que ve rápidamente.

Cuando termina, los dos comienzan a escuchar unos sonidos extraños que provienen del interior de la cabaña. Se acercan a la ventana para ver qué está sucediendo. El pintor abre la boca con horror cuando ve que los seres mágicos se hacen más y más grandes. El pintor corre hacia la puerta de la cabaña, pero su ayudante se lo impide agarrándole del brazo. Las tablas de la cabaña empiezan a crujir, la cabaña explota, haciendo salir al pintor por los aires. 

Al estar todavía por los cielos, el pintor ve un gran templo con columnas de piedra soportando cuatro torres. Estas están medio destruidas, con grietas y huecos que dejan ver las escaleras de su interior. Baja la mirada al suelo, donde unos gnomos con un solo ojo y bocas están cosidas. También truenos y rayos con formas extravagantes y colores vivos salen disparados del lugar. 

Distraído observando dicha batalla, el pintor no se da cuenta de la torre a la que se acerca hasta que es demasiado tarde. Abre la boca para gritar, pero antes de poder hacerlo choca de frente contra el suelo de piedra. 

Rápidamente se levanta de nuevo tocándose la nariz roja, con expresión de dolor. Al levantar la mirada, se da cuenta de que en otra de las torres hay cinco princesas con escudos, espadas, lanzando rayos láser hacia unas brujas con cuernos en forma de U que vuelan alrededor del torreón.

El pintor estira los brazos para poder coger el pincel, pero a medio camino le empieza a temblar la mano. Su ayudante pone el pincel en las manos del pintor y cierra su puño. El ayudante le hace un gesto para que respire profundamente el pintor asiente, cierra los ojos e inspira hasta llenar de aire sus pulmones. El ayudante se aleja un poco del pintor, que sigue con los ojos cerrados. Instantes después, un rayo láser pasa repentinamente por el hombro del pintor. Este se asusta, da un gran salto realizando un movimiento involuntario con el pincel sobre el lienzo. Por lo que rápidamente unas nubes negras empiezan a aparecer en el cielo rojo. Todos los personajes y objetos correspondientes rosas saltan por los aires. Una de las princesas cae al lado del pintor. Este se acerca a ella y se arrodilla a su lado. La princesa tiembla se desvanece, por lo que pequeñas gotas caen.

El pintor gruñe con enfado tocándose la cabeza y ve el dibujo desfigurado en su lienzo todo deforme. El lienzo y el pincel se resbalan de sus manos abiertas y caen al suelo. Se sienta y abraza sus rodillas enterrando la cara entre ellas. Hay un silencio; solo se escuchan los llantos de Javier.

Las gotas son cada vez más abundantes, empezando a inundarlo todo. Al darse cuenta de la situación, su ayudante intenta avisarle, pero este no le hace caso. Al llegar el agua a la torre y de mojarle los pies, levanta la cabeza con lágrimas aún en sus mejillas, pero con ojos sorprendidos. En ese momento observa cómo el lienzo se va a la deriva. 

El pintor se levanta mientras el agua sigue subiendo, ahora llegándole a las rodillas. Por lo que intenta ir tras el lienzo, pero está muy por delante de él. Al dar el siguiente paso, se hunde por completo en el agua, dándose cuenta de que ya no está sobre la torre. Entonces nada tras él, pero instantes después se queda sin energía. Poco a poco empieza a hundirse.

Varios segundos después el pintor se despierta de golpe escupiendo el agua de sus pulmones. Una vez recuperado, ve que está rodeado de piratas de color morado. Con la marea movida y una gran tormenta alrededor. Al estar de pie, ve que se encuentra en un barco de madera morado, con una bandera negra con una calavera ondeando en el asta mayor, unas velas rasgadas de color púrpura y comida (frutas y verduras) en cestas de mimbre lilas.

Los piratas corren por cubierta y uno de ellos le da un cubo para sacar el agua del barco, para evitar que se hunda por la tormenta. Saca el agua, lo tira por la borda y, sin darse cuenta, se lo lanza a su ayudante. Este se asusta y suelta el lienzo que tenía en la mano, cayendo al océano. Javier se da cuenta y, sin tiempo que perder, va tras el lienzo. 

Lo saca del agua y se da cuenta de que está seco. El ayudante le vuelve a dar un pincel y el pintor lo coge, pero su mano vuelve a temblar. Mira a su ayudante y este le muestra una gran sonrisa tranquilizadora. Por lo que el pintor trata de tranquilizarse, cerrando los ojos y respirando profundamente. Al instante, la mano del pintor deja de temblar, abre los ojos y le devuelve la sonrisa. Empieza a deslizar delicadamente el pincel sobre el lienzo, creando un dibujo con sentido del barco.

Poco a poco la tormenta va desapareciendo y se escucha el piar de las aves y las nubes se despejan dejando salir el sol. El ayudante y el pintor sonríen. El cuadro empieza a irradiar un suave brillo morado. Instantes después, varios lienzos empiezan a aparecer repentinamente alrededor del pintor y este comienza a dibujar en ellos. Cada uno emite un brillo de diferente color. Cuando termina de dibujar en el último lienzo, el brillo de todos los cuadros se une, formando una potente luz blanca que envuelve al pintor. 

Después de aquel brillo, el pintor se encuentra en una habitación totalmente blanca con los lienzos flotando alrededor de él. Javier se acerca y toca el cuadro del barco, pero entonces el lienzo se rompe y de él salen un par de globos pequeños de color morado.

En su cara se forma una sonrisa al admirar el globo y después hace lo mismo con el resto de los cuadros, de los cuales salen más globos de diferentes colores. Los globos empiezan a arremolinarse alrededor suyo haciéndole girar sin parar.

Al detenerse, los globos se esparcen. El pintor está sentado en su banco. Desorientado pone las manos en su rostro. Se da la vuelta, quitándose las manos de la cara, y se queda atónito. El globo rojo ha desaparecido y, en su lugar, hay globos pequeños de diferentes colores inundando la habitación. 

Se levanta y mira a uno de los globos color café, en su interior tiene un bosque; en otro hay una gran cascada. Luego mira uno de color azul, que contiene hadas en una cabaña. En otro de color rosa que vislumbra un castillo medieval con unas princesas liderando un ejército; en otro globo rosa, con unos gnomos con un solo ojo que luchan contra unas brujas. Se acerca a un globo morado, en el cual un barco trata de surcar las olas en medio de una tormenta; en el otro globo del mismo color, unos piratas asaltan un barco mercante lleno de cestas de fruta.

El pintor se tapa la boca con alegría y asombro. Suelta un largo suspiro al terminar de hacer su recorrido. Después, se da la vuelta y mira el lienzo.  

En el gran lienzo se plasman las escenas que ha visto durante su viaje, recreando el recorrido de manera ordenada, y cada elemento tiene su color y forma correspondiente.

Daniela Dongo-Soria Lira

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